Matar a un ruiseñor
To Kill a Mockingbird, título en inglés, es una novela
de 1960, obra de escritora estadounidense
Harper Lee.
Es un magnífico libro contra la intolerancia al que bajo mi humilde opinión superó
su versión cinematográfica del 62, dirigida por Robert Mulligan y con una
actuación memorable (la mejor de la historia) de Gregory Peck en el papel de Atticus
Finch.
En una de sus escenas más épicas Atticus
explica a sus hijos Scout y Jem porque nunca se debe disparar a un ruiseñor, algo
así como que los ruiseñores “no atacan nuestros sembrados sino que solo nos
deleitan con su canto para hacernos la vida más feliz”. Matar a un ruiseñor
sería un injusto crimen.
Hace meses se escuchó una
estruendosa detonación resonando entre el pacífico Miño y el majestuoso Aloya, y
a continuación una silueta mediática precipitándose desde el Urano. El Rui-Señor
Carlos Vázquez Padín sufría un revés judicial ante una denuncia que al común de
los mortales nos parecía un tanto estrambótica.
Un balinazo que podía haber
afectado, y mucho, a su futuro personal y profesional, más de lo que le perjudicó
políticamente a pesar de los muchos intentos de algunos por exagerar el lance. Pero
afortunadamente vivimos en una democracia en la cual los derechos civiles
acaban aplacando al estruendoso ruido de sables de la pena de telediario.
Hoy el Rui-Señor Carlos Vázquez
Padín ha sido absuelto. Que injusto hubiese sido manchar la reputación de una
persona que no arrasa nuestros sembrados sino que trabaja a diario por hacer nuestra
vida mejor, más feliz.
Comentarios